Emigrar sí, pero con sentidiño
Por Jacobo Tarrío
17 de febrero de 2012

Vais a hacer que me sienta culpable, cojones. Que resulta que bastante gente se pira con lo puesto a Noruega, sin un euro en el bolsillo, sin conocer a nadie, sin trabajo ya buscado y sin hablar una palabra de noruego, y resulta que se mueren de frío porque no tienen casa, ni trabajo, ni saben hacer papeleos, ni saben encontrar nada, etc. Qué cosa más rara.

Como he hecho mi parte para animaros a que salgáis del país, ampliéis horizontes, tengáis experiencias en el extranjero, etc., etc., y antes de que venga nadie a acusarme de haberle pintado todo de color de rosa, dejadme deciros algunas verdades sobre la emigración.

En primer lugar, emigrar cuesta dinero. Para empezar está el coste del avión. Cuando queráis alquilar piso, tendréis que depositar la fianza, que puede ser de varios meses de alquiler. Mientras no encontréis el piso, sin embargo, tendréis que pagar un alojamiento temporal; posiblemente varios meses, que si encontrar un piso asequible en una buena ubicación es difícil, conseguir que se lo alquilen a un extranjero recién llegado sin referencias ni historial crediticio es más difícil todavía. Y, por supuesto, tened en cuenta que tendréis que hacer frente a muchos de estos gastos sin tener ingresos, ya que la mayoría de los empleos pagan a mes vencido. O sea, que si ya llegáis allí con un contrato hecho, no cobraréis hasta el fin de mes. Si llegáis sin contrato, tardaréis en cobrar lo que tardéis en encontrar empleo más un mes.

En segundo lugar, cada país es diferente a los demás, y tiene sus propias costumbres, leyes, tradiciones, e idiosincrasias en general. En Francia, el Hôtel de Ville no es para dormir. En EEUU, el pan, los huevos y la leche se compran en la farmacia. En el Reino Unido no te sirven en la mesa de un pub. Si no sabes esas cosas, o si no estás acompañado de alguien que las sepa, lo vas a pasar un poco mal. Y si no hablas el idioma local, ya no digamos.

El idioma es otro asunto que trae tela. En muchos países hay mucha gente que sabe hablar inglés, pero eso no significa que todo el mundo hable inglés, y mucho menos que sea perfectamente posible desenvolverse hablando sólo inglés. Para empezar, los papeles del Estado vendrán todos en el idioma local (buena suerte rellenando la declaración de la renta en islandés), al igual que los letreritos del supermercado o las indicaciones en la estación de trenes. En segundo lugar, no puedes esperar que la cajera del supermercado o el funcionario del ayuntamiento hablen inglés a un nivel adecuado para comunicarse con efectividad. Y si tú mismo no hablas inglés o hablas “inglés medio”, apaga y vámonos.

Por cierto, si esperas ganarte la vida en el extranjero, espero que seas un trabajador cualificado, porque estoy seguro de que en Noruega y en cualquier otro sitio ya les sobran los trabajadores no cualificados, y no tienen la más mínima intención de contratar de reponedor a un extranjero que no habla una sola palabra de noruego cuando pueden contratar a Karl Petersson, el hijo de la vecina. Y tened cuidado, que os sorprendería saber cuántas profesiones no valen mucho fuera de España. En España las casas son de ladrillo. ¿Sabéis de qué son en Noruega? De madera. ¿Qué puede hacer en Noruega un albañil español?

Y esto es lo que quería deciros. No quiero desanimaros, pero quiero que seáis realistas y sepáis a lo que os enfrentáis cuando os vais del país, que aunque es una experiencia tremendamente enriquecedora (en varios sentidos), no todo es tan fácil y bonito como nos lo ponen en ciertos programas de TV, y no es cuestión de ir a lo loco y sin haberse informado y preparado de antemano.

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