Este lunes es el cuatro de julio, que es cuando aquí en los EEUU celebran su “Día de la Independencia”. El Día de la Independencia es el día en que todos los chavales que hayan cumplido los dieciocho años y, por lo tanto, sean legalmente adultos, abandonan el hogar paterno y se independizan.
Seguro que habéis visto esta tradición decenas de veces, ya que es el inicio de montones de películas americanas: el campus de la Universidad lleno de recién llegados pisando todo el césped, y los coches dando vueltas alrededor de un macizo con el escudo de la Universidad, hasta que la cámara se acerca a un coche que se detiene y, por pura casualidad, consigue aparcar en el mejor sitio de todo el campus y sin necesidad de hacer maniobras. Un chaval se baja del coche y mira con asombro y un poco de aprensión toda la fauna y flora que le rodea, y su padre, que es judío y lleva gafas, le da un abrazo lateral, estrechándole los hombros, y le dice: “¡bueno, por fin estamos aquí!” Y, por si no quedaba claro, añade: “¡la universidad!”
La escena que esas películas no muestran es cuando, esa noche, los padres llegan a casa, y se dan cuenta de que por fin están solos, y de que pueden hacer lo que quieran, donde quieran, y cuantas veces quieran. Y de tanta alegría que les entra, lanzan fuegos artificiales, y los vecinos se reunen a admirarlos. Cada año, entre cuatro y seis millones de personas cumplen los 18, así que, como os podéis imaginar, el cuatro de julio hay un montón de fuegos artificiales…