La verdad es que estos días son infernales, automovilísticamente hablando, al menos para mi. El ángulo muerto ataca de nuevo, los coches que tengo delante se paran de repente sin aviso previo, los que tengo a los lados deciden cambiar de carril sin utilizar los intermitentes, cuando me paro en un cruce, los que tengo detrás usan abundantemente el claxon sin fijarse en que se aproxima una ambulancia a toda velocidad…
Afortunadamente, gracias a mi pericia y gran habilidad en el volante, sólo superada por la pericia y gran habilidad de mi padre, no ha sucedido nada, pero por si acaso, quiero ya elevar una advertencia a mi compañía de seguros:
¡La culpa ha sido del otro conductor!