La marimorena
Por Jacobo Tarrío
29 de abril de 2002

La que se ha armado. Uno escribe un script para introducir faltas de ortografía, dice que es un emulador de Pobrecillo Hablador, y la que se arma.

La verdad es que la cosa no la había escrito pensando en nadie concreto: no tenía la intención de insultar a nadie. Sin embargo, una cantidad enorme de personas se sintieron ofendidas; por algo será (hay un refrán que dice: “el que se pica, ajos come”).

El ser Pobrecillo Hablador no es una condición; es una elección. O sea, que si me pusiera a hacer chistes de negros, de cojos, de rubias, de judíos o de leperos, podría tener algún sentido el que ellos se molestaran. Si uno hace chistes de gente que lleva sudaderas grises, no tiene sentido que alguien con sudadera gris me insulte en respuesta. A menos que se imagine segundas y terceras intenciones, claro.

O sea, en resumen, que no me arrepiento, porque no tengo nada de lo que arrepentirme. A los que les haya molestado eso, jodeos, porque os molestáis porque queréis. Hala, ahí queda eso.

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